29.8.08

VII. Hillberry, adiós carreras y adiós retrovisor (IOM, lunes 25)












(> continuación) Nuestra última mañana en La Isla prometía ser emocionante. La hora de la verdad había llegado y las carreras comenzaban a las 10:15. El miércoles y el viernes serían los otros dos días de pruebas, y aunque Raúl y yo salíamos para Liverpool a las 19:00, nos daba tiempo de sobra a verlas... o eso creíamos. Christopher se despide de nosotros desde el recibidor de su casa haciéndonos unas fotos y esbozando una sonrisa muy inglesa. Nosotros, le prometemos que algún día volveremos en una escena muy emotiva, teniendo en cuenta que Cristoph luce unos gayumbos boxer de cuadros, unos calcetos azules y unas babuchas de pana enternecedores. Grabamos un “Nice place, nice people” en el libro de firmas...

Elegimos la curva de Hillberry (milla 36), a la que se llega desde una buena recta a fondo. La niebla es intensa y el cielo está más gris que nunca. Esto huele mal, pero la esperanza es lo último que se pierde. Pasados unos minutos comienza a chispear y por los altavoces apostados en todo el circuito nos informan que las pruebas se pospondrán hasta la tarde y a la mitad de vueltas (sólo se correrían 2). Menudo bajón. El sitio era ideal, pero la niebla en la zona de la montaña era demasiado densa como para arriesgar. Sí, el tiempo nos la ha vuelto a jugar. Hubiera sido el broche de oro perfecto a cuatro días maravillosos. Después, nos enteraríamos de que la victoria en Senior Classic había caído de nuevo en manos del experimentado irlandés Ryan Farquhar y su Paton 500 réplica, récordman de la categoría con una vuelta de 20’52” a 108.448 mph (174 km/h) en 2007. Los 80 CV de su verde italiana arrasarían otro año más, corriendo a la misma velocidad media que los Newcomers y sus modernísimas 600 RR japonesas. ¡De coña!
Bajo otro de los diluvios universales tan característicos de esta fascinante Isla, llegamos al puerto de Douglas e intentamos cambiar el billete del ferry para salir antes y ahorrar tiempo. ¡Bingo! Nos ahorramos cuatro horas, al adelantar el billete para las 15:00.

Amarrando en Liverpool, bajo a la bodega para desatar la moto y me encuentro con "el marrón": mi maravilloso retrovisor rectangular izquierdo con fuelle Vitaloni se había partido de cuajo. Yo, empiezo a cagarme en todo en un perfectísimo español, total, nadie excepto Raúl me entendía. Junto a la moto, había una valla que tenía demasiado juego, y claro, cuando tiraron de carraca para tensar la cincha que la sujetaba al suelo evitando así que se moviera, quedó quedado demasiado cerca de mi retrovisor... los bandazos del agua en el casco hicieron el resto. Reclamo a una chica de tripulación y me entrega una carta con los datos de la aseguradora del barco para ponerme en contacto con mi aseguradora en España y poder tramitar los daños. No me voy muy convencido, pues en la hoja no ponía nada sobre la asunción de los desperfectos por parte de la Steam Packet, pero bueno, por lo menos la araña y la cúpula estaban intactos.

El ferry a Bilbao salía el martes por la noche, por lo que teníamos tiempo de sobra para cruzar Inglaterra y llegar hasta... Londres. No, el viaje no había finalizado, todavía faltaba un pequeño detalle. He de confesar que estuve dando la tabarra a Raúl desde que salimos hasta que aceptó mi proposición: “ya que estamos aquí y vamos bien de tiempo, no debemos irnos sin visitar el legendario Ace-Café". Bar-restaurante símbolo del motociclismo británico de los ’60, reabierto en 1993 tras su clausura en 1969, es otro lugar de peregrinaje obligado. Guiándonos por nuestra intuición motera y por el plano Carrefour de Raúl, rodamos durante 5 horas hasta bien entrada la noche para dormir en un hotel de Bicester, cerca de Oxford. (+)

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