31.8.08

IX. TT, Ellan Vannin y Triskelion







EL TOURIST TROPHY
Las primeras carreras de motos disputadas en la Isla tuvieron lugar en 1907. Las carreteras inglesas tenían una limitación de velocidad de 20 mph (32 km/h) y el Parlamento no permitía cerrarlas para celebrar competiciones. El Parlamento autónomo de la Isla de Man encontró la solución en un cambio de normativa, llevándose la carrera para allá.
El TT formó parte del Campeonato del Mundo de Velocidad desde su creación en 1949 y hasta 1976. Tras el boicot por parte de los pilotos, la FIM, a modo de compensación, creó los campeonatos de Fórmula 1 (500 2T y 1000 4T), Fórmula 2 (350 2T y 600 4T) y Fórmula 3 (250 2T y 400 4T), destinados a motos derivadas de serie y carreras en circuitos urbanos. La F3 desapareció en 1982, la F2 en 1986 y la F1 en 1990. Estas categorías sentaron las bases del futuro Mundial de SBK y SS.

LA ISLA DE MAN
(en manés: Ellan Vannin, Mann o Mannin)
Algo más grande que Menorca, La Isla tiene unos 65.000 habitantes. Anclada entre Irlanda e Inglaterra, La Isla de Man formó un puesto avanzado del reino vikingo, desde alrededor del año 900 y fue parte del Reino Noruego de las Hébridas hasta el siglo XIII, momento en el cual pasó a ser administrada por la corona escocesa. En el siglo XIV fue transferida al control inglés y a la Corona Británica en 1765. El soberano de la Isla de Man es el Rey de Gran Bretaña en calidad de Señor de Man (actualmente la reina Isabel II) y le representa en la isla un Gobernador General, que es elegido por la Corona por un periodo de cinco años. Pero La Isla de Man no pertenece al Reino Unido sino que es una Dependencia de la Corona británica. Es una de las seis Naciones celtas, junto a Irlanda, Cornualles, Bretaña, Escocia y Gales. Orgullosos de mil años de democracia y del parlamento más antiguo de Europa, los maneses tienen moneda, presupuesto, legislación y Administración propia. La capital es Douglas.

TRISKELION
(o Trinacria)
Es el símbolo que aparece en la bandera oficial de la Isla (sobre fondo rojo). Esta cruz de tres piernas con armadura y espuelas a modo de esvástica es una adaptación medieval del signo celta que representa el sol. Siempre, con dos piernas hacia arriba. Deriva en otras adaptaciones relacionadas con todo lo que concierne a Manx.

MANÉS
El idioma manés o gaélico manés (en manés Gaelg Vanninagh o Gailck Vanninagh) es el idioma celta que se quiere recuperar en La Isla, en plan tradicional, en lugar del archiconocido inglés.

¿Y EL GATO SIN COLA DE MANN?
Parece que el verdadero origen del gato de Manx está en los galeones de la Armada Invencible española. Algunos gatos sin rabo (siempre había gatos a bordo para controlar las ratas), resultado de mutaciones, llegaron a la costa al hundirse algunas naves españolas cerca de la Isla de Man a finales del siglo XVI. Aislado de otras razas, su cualidad de falta de rabo fue transmitida a las nuevas generaciones. Más tarde, los criadores tomaron estos ejemplares como base, desarrollando la raza, cruzando cuidadosamente con ejemplares de rabo completo. En mis cuatro días de estancia en La Isla, no vi ninguno, pero focas marinas en los bares...

30.8.08

VIII. Londres y el "ACE CAFE" (IOM, martes 26)
















(> continuación) Tras desayunar unos muffins con zumo en una cafetería de la cadena Costa Coffe, proseguimos camino a Londres. A pesar de las duchas diarias, yo iba hecho un guarro. El sotomono que siempre he utilizado bajo el cuero se había convertido en un "chotomono", porque después de 8 días sin lavar, cantaba la Traviata de Verdi que daba gusto. Entre el hedor, y los 4 años de uso, al llegar a Madrid no me quedó más remedio que tirarlo. Como calculé un poco mal, con esto de minimizar el equipaje, los dos últimos días tuve que reutilizar calzoncillos y calcetines que todavía estuviesen decentes.

A una velocidad constante de 5.000 vueltas, la tranquilidad se apoderaba de mí. El ronroneo inmortal de mi 851 hacía que de vez en cuando me quedase en “pause” encima de la moto, dejando que mi mente divagase a placer. Mi cabeza no paraba de reproducir el tema que había escuchado en la cafetería, que no era otro que The Boxer (Simon & Garfunkel,1969); cuantas más millas recorría más alto sonaba. Yo flotaba en una especie de viaje en el túnel del tiempo, observando desvíos existencialistas hacia lugares tan emblemáticos como Coventry (lugar donde se fabricaron las primeras Triumph), el circuito de Silverstone o el estadio de Wembley. Tras hora y media por la M40, enlazamos con la North Circular por la salida A406. Al principio nos pasamos, pero un mensajero nos dio las directrices exactas para retroceder sin perdernos. Estábamos muy cerca...

A las 12 llegamos. Todavía me temblaba el pulso cuando aparcamos delante de los 8 enormes ventanales con 24 cristaleras cada uno. Me doy la vuelta y miro hacia arriba. Unas letras plateadas sobre fondo negro flanqueadas por el conocido símbolo del trébol no dejan lugar a dudas: ACE CAFE LONDON. Recorro a pie todo el contorno del alargado edificio de ladrillos blancos que, si bien ha sufrido dos reconstrucciones a lo largo de su existencia, guarda muchas similitudes con aquel que hizo famosos a los Rockers y creó el segmento café-racer. Patrocinio de Castrol y Peavey electronics, un reloj de aguja en la fachada y 5 mástiles sin bandera en la azotea. Todo está tranquilo, hoy no hay ninguna concentración.
Sí, 2008 es el 70 Aniversario del Ace Café y nosotros estamos aquí para verlo. Inaugurado como cafetería en 1938, sus servicios fueron ampliados posteriormente a gasolinera y lavado de coches. Durante la II Guerra Mundial el edificio fue bombardeado, luego se reconstruyó y se reabrió en 1949. 20 años más tarde se cerraría de nuevo pero el espíritu esas dos décadas permanecería en la memoria para siempre. Mark Wilsmore, su actual dueño lo resucitó en 1993, espero que por muchos años...

Me adentro en un local de suelo ajedrezado con paredes amarillas y mucho sabor retro-moderno. Barra de aluminio, pizarras, banderines, mesas de madera, una Jukebox, máquina tragaperras y futbolín. Sobre el pequeño escenario, un par de Triumph y al lado, un espacio para gastar libras en merchandising. Motos, velocidad y Rock ‘n’ Roll... ¿hay algo mejor?
Una restaurada y carminada camarera rubia de bote me sirve la ansiada Pepsi. Mientras tanto, el tema Funkytown (Lipps INC, 1980), se entremezcla con las ondas acústicas de otras camareras que sirven los platos a voz en grito. Miro el asfalto a través de la cristalera y me teletransporto a esa época en la que la contracultura rocker inundaba la sociedad. Aquellos jóvenes rebeldes con tupé, chupa de cuero y tachuelas, con sus máquinas inglesas artesanales, reclamando un nuevo modo de ver la vida. Triton, Tribsa, Tribsaton, Norbsa, Norvin... llevaron el fenómeno café-racer al límite de su concepto. La mayoría de ellos participaba en carreras clandestinas por las calles aledañas para poner de manifiesto su valentía y buen hacer mecánico. El que llegaba primero sin que la canción de la Jukebox se hubiese acabado era el ganador. Como no se usaban los cronómetros, el minutaje de la canción era la que mandaba. En la planta de arriba se encuentran los baños, junto a un pasillo de magníficos posters con todo lo referente al Cafe: historia, motos, películas, música, noticias de periódicos, etc. Una zona para deleitarse... (+)

29.8.08

VII. Hillberry, adiós carreras y adiós retrovisor (IOM, lunes 25)












(> continuación) Nuestra última mañana en La Isla prometía ser emocionante. La hora de la verdad había llegado y las carreras comenzaban a las 10:15. El miércoles y el viernes serían los otros dos días de pruebas, y aunque Raúl y yo salíamos para Liverpool a las 19:00, nos daba tiempo de sobra a verlas... o eso creíamos. Christopher se despide de nosotros desde el recibidor de su casa haciéndonos unas fotos y esbozando una sonrisa muy inglesa. Nosotros, le prometemos que algún día volveremos en una escena muy emotiva, teniendo en cuenta que Cristoph luce unos gayumbos boxer de cuadros, unos calcetos azules y unas babuchas de pana enternecedores. Grabamos un “Nice place, nice people” en el libro de firmas...

Elegimos la curva de Hillberry (milla 36), a la que se llega desde una buena recta a fondo. La niebla es intensa y el cielo está más gris que nunca. Esto huele mal, pero la esperanza es lo último que se pierde. Pasados unos minutos comienza a chispear y por los altavoces apostados en todo el circuito nos informan que las pruebas se pospondrán hasta la tarde y a la mitad de vueltas (sólo se correrían 2). Menudo bajón. El sitio era ideal, pero la niebla en la zona de la montaña era demasiado densa como para arriesgar. Sí, el tiempo nos la ha vuelto a jugar. Hubiera sido el broche de oro perfecto a cuatro días maravillosos. Después, nos enteraríamos de que la victoria en Senior Classic había caído de nuevo en manos del experimentado irlandés Ryan Farquhar y su Paton 500 réplica, récordman de la categoría con una vuelta de 20’52” a 108.448 mph (174 km/h) en 2007. Los 80 CV de su verde italiana arrasarían otro año más, corriendo a la misma velocidad media que los Newcomers y sus modernísimas 600 RR japonesas. ¡De coña!
Bajo otro de los diluvios universales tan característicos de esta fascinante Isla, llegamos al puerto de Douglas e intentamos cambiar el billete del ferry para salir antes y ahorrar tiempo. ¡Bingo! Nos ahorramos cuatro horas, al adelantar el billete para las 15:00.

Amarrando en Liverpool, bajo a la bodega para desatar la moto y me encuentro con "el marrón": mi maravilloso retrovisor rectangular izquierdo con fuelle Vitaloni se había partido de cuajo. Yo, empiezo a cagarme en todo en un perfectísimo español, total, nadie excepto Raúl me entendía. Junto a la moto, había una valla que tenía demasiado juego, y claro, cuando tiraron de carraca para tensar la cincha que la sujetaba al suelo evitando así que se moviera, quedó quedado demasiado cerca de mi retrovisor... los bandazos del agua en el casco hicieron el resto. Reclamo a una chica de tripulación y me entrega una carta con los datos de la aseguradora del barco para ponerme en contacto con mi aseguradora en España y poder tramitar los daños. No me voy muy convencido, pues en la hoja no ponía nada sobre la asunción de los desperfectos por parte de la Steam Packet, pero bueno, por lo menos la araña y la cúpula estaban intactos.

El ferry a Bilbao salía el martes por la noche, por lo que teníamos tiempo de sobra para cruzar Inglaterra y llegar hasta... Londres. No, el viaje no había finalizado, todavía faltaba un pequeño detalle. He de confesar que estuve dando la tabarra a Raúl desde que salimos hasta que aceptó mi proposición: “ya que estamos aquí y vamos bien de tiempo, no debemos irnos sin visitar el legendario Ace-Café". Bar-restaurante símbolo del motociclismo británico de los ’60, reabierto en 1993 tras su clausura en 1969, es otro lugar de peregrinaje obligado. Guiándonos por nuestra intuición motera y por el plano Carrefour de Raúl, rodamos durante 5 horas hasta bien entrada la noche para dormir en un hotel de Bicester, cerca de Oxford. (+)

28.8.08

VI-B. La pastilla de Matrix (IOM, domingo 24)














(> continuación) En la primera parte de la película Matrix (1999) hay una escena en la que Morfeo ofrece a Neo dos pastillas. El prota elige la roja (mundo real-chungoide, cruel, guerras, etc), básicamente porque si no la película se acabaría. Pues bien, al contrario que Keanu Reeves, yo me equivoqué y debí tragarme la azul, esa con la que ves el mundo idealizado-Matrix, el de palo, el feliz, el perfecto. Algo me debió meter Cristoph en el desayuno esa misma mañana, porque estaba comenzando a delirar.

... Con todo este ajetreo, no nos habíamos percatado de que los tres abuelos venerables que nos habíamos encontrado de camino a Port St. Mary se disponían a marchar tras la paradilla de rigor. La escena es brutal: uno de ellos, el más fuerte, empuja al del chaleco para que arranque la AJS de carreras. Les cuesta un poco, pero la inglesa trona por su cromado escape “tipo embudo” que da gusto. La AJS de trial arranca sin problemas, pero falta la Norton. A 6 metros de mí, comienza el espectáculo. Como debe ser, se produce la eterna lucha entre el piloto y el laureado monocilíndrico. La retorcida pierna derecha del anciano se esfuerza por no sucumbir ante el retroceso del pedal de arranque, ayudándose con pasión de su bota negra de cuero con cuádruple hebilla. La compresión del mono, como es su deber, empuja con fuerza hacia arriba, impidiendo a su dueño arrancar con facilidad hasta la 10ª patada. Sólo entonces, el rojo que muestra el rostro del orgulloso inglés comienza a tornarse rosa, calentando el aceite con el que lubricar la máquina a golpes de acelerador, y descansando un poco sobre el asiento debido al esfuerzo. Aplaudimos al dios de la Norton, al tiempo que se pierde con sus dos amigos en lo alto de la calle.

Esa imagen había colmado mi vaso. Esto sólo puede verse aquí. Intentaba contener las lágrimas, pero una pequeña gota incolora brotó de mis ojos deslizándose por la mejilla. La sacudida emocional bloqueaba todo mi cuerpo y Raúl pulsó el botón de la cámara fotográfica ante mi exagerada inmovilidad. Mis extremidades se paralizaron y, de pie, perdí el norte durante unos segundos ante la sobre-excitación que había padecido toda la mañana. Semejante escena me alcanzó el corazón, transformándome en humano de nuevo... Ver un unicornio alado trotando por el campo, una fuente que emana natillas o un vaso de Coca-Cola gigante fornicando un buzón de correos no me hubiesen sorprendido ni lo más mínimo. En ese preciso instante, la Isla de Man me parecía el enclave perfecto para rodar otra parte del Mago de Oz o de Alicia en el país de las maravillas... o alguna de los Hermanos Manx, perdón, Marx... Estaba inmerso en una ilusión continuada, una simulación virtual hecha por ordenador sin salir de una burbuja incontaminada y feliz. Donde quiera que mirara, había un motorista digno de admiración, una pieza mecánica de culto, un trozo de historia viva mostrada con una dignidad carente de comparación. “Debemos irnos de aquí cuanto antes chicos, porque no veo la forma de salir”. Me agobié un poco, pensando que el mundo perfecto me había absorbido para siempre. ¡Puta pastilla! Ver una de mis motos favoritas, la Bimota YB8, al salir del pueblo, no me impresionó ya ni lo más mínimo.

... Enrique comienza a tirar fuerte al pasar Ramsey y en esta vuelta me decido a seguirle subiendo mi veterana por encima de las 7.000 vueltas. Hilando las curvas que el tráfico nos permite, me doy cuenta de que la esencia de estas carreras es la lucha del hombre contra el circuito. Al contrario que en el resto de competiciones, los pilotos de la parrilla son una mera comparsa colorista. Esto es una contrarreloj hombre-tierra, ni más ni menos. Enlazando con compás las rápidas de Guthrie’s, una Aprilia RSV Mille me abrasa, tocando con la rodilla en el suelo. Estos autóctonos...
La foto de grupo en el monumento a Dunlop (Bungalow, milla 31), junto al clausurado museo de la moto de Murray, se llena de misticismo. Una densa niebla hace acto de aparición cuando nos fotografiamos junto a la estatua del irlandés Joey Dunlop subido en una Honda VTR 1000. Alrededor de la figura, una placa conmemorativa y un muro de piedra con 26 baldosas grabadas con cada una de las victorias obtenidas en el TT (récord imbatido). (+)

VI-A. Rutita y paisajes Manx (IOM, domingo 24)













(> continuación) El circuito y todo lo que tiene que ver con las carreras es genial, pero irte de La Isla sin hacer turismo es un pecado. Regodearte en sus paisajes, colores y contrastes, pueblos, historia, monumentos y carreteras es importantísimo para intentar entender las raíces de la gente que habita este fantástico lugar. Por ello, salimos de Douglas, la “capital Maníaca”, con dirección sur, para recorrer toda la costa hacia el oeste. Primera parada en Castletown (capital de La Isla hasta 1863) siguiendo hasta Port St. Mary y Port Erin. Después hacia el norte cruzando Peel y enlazando con Kirk Michael para meternos de nuevo en el circuito. Las distancias en La Isla son muy cortas, a pesar de que en los mapas pueda parecer lo contrario, así que hicimos todo el recorrido en 3 horas con paraditas y todo. El problema es que yo no estaba suficientemente preparado para asimilar lo que esta “rutita surrealisturística” me iba a ofrecer. Al final del día terminé tan conmocionado que aún hoy todavía no me he repuesto.

Ya en carretera, no paramos de cruzarnos con multitud de clásicas de todas las décadas que van en nuestra dirección. Dos “inquilinos-ositos” que se alojaban en nuestro Bed&Breakfast nos habían aconsejado que nos pasásemos por Castletown porque había una concentración de clásicas a las 12:00. Yo hago lo imposible por no marearme tras ver tanto metal junto y funcionando, por lo que intento no mirarlas... demasiado. Aquí, no saludan como nosotros, con los dedos en V, ni se lanzan ráfagas ni nada parecido. Estos caballeros de las dos ruedas se saludan inclinando ligeramente la cabeza, en plan John Wayne molón. Sólo les falta el destello del diente y el guiño del ojo... ¡Ohhh yeah, baby, soy un tío súper-duro! Aunque tardo en darme cuenta, también hago lo mismo al cruzarme con ellos a pesar de la tortícolis. Todos estos pequeños pueblos costeros tienen puntos en común: barquitos en los puertos, playas pequeñas, pesca (en Peel de curan los famosos arenques ahumados de La Isla), castillos medievales (el de Rushen en Castletown o el ruinoso de Peel construido en 1392), casitas de campo y calles estrechas. Muy guapo. (+)